Viaje organizado en moto a Alpes – Los relatos del día 7
Grimsel, Furka, Susten, Overal, Nufenen, Albula, Flüela…¿que tendrán en común estos nombres que a todos los amantes de los Alpes nos vuelven tan locos?
Efectivamente, el sufijo -pass, germano y traducido en paso para una culminación a cual más bella. Cada uno tiene su historia, su fin inicial. Uno de los ejemplos es el Furkapass, “paso de horca” usado por los romanos para transporte de enseres básicos y en el XIX para el famoso Le Post (su propio servicio de correo) tan necesario como estratégicamente militar y hoy es uno de los grandes puertos de montaña que unen la civilización del país de las maravillas.
Volver a estos lares te recuerda de donde venimos, acusados “payeses” te miran anonadados como si naves espaciales se hubieran encarnado o más bien mecanizado en monstruosos blindados dirigiéndose a la defensa de las tierras altas.
Sí, Mordor existe, se encuentra a más de 4.000m y nos atrevemos a meter un bocado de acero a una de sus crestas.
En una regresión al fin de los tiempos a alguien iluminado se le ocurrió la idea de construir una cabina endemoniada y que podría llegar a 3.800 m.
Ventisca, neblina, heladas rocas quebradas y un grupo de pirados del alpinismo se dirigen al Mordorpass.
Ni anillo ni orcos, solo paz, brisa fresca y asombro por lo que la mano humana puede encajar como legos sobredimensionados.
Así es, el MontBlanc está al alcance de todos y como experiencia, debemos añadirla a la lista, y repetirla siempre que uno pueda.
Ahora sí puedo tacharla, a 12 de julio queda verificada…
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